Ciertamente la mayoría de los rostros de este blog son de historiadores extranjeros, pero es que el historiador-narrador, ése que trasciende el mundo académico y se convierte en referencia social y cultural, ése apenas existe en nuestro país. Al menos en la actualidad. Porque el caso de Eslava Galán, quien publica libros al ritmo en que Lope escribía versos, no creo que se pueda comparar con ninguno de los historiadores que he leído y admirado; o el de César Vidal, otro inagotable al desaliento de la hoja en blanco y cuya extensa y profunda obra no soy capaz de glosar. Ambos son representantes de un género que sí ha tenido éxito en este culto país y es el de contador de chismes o anécdotas, el cronista, que no historiador, divulgador más o menos ameno de enredos, vicios y curiosidades. Ya en los años 80 triunfaba con este género Carlos Fisas, con sus Historias de la Historia, seguramente con menos pretensiones que los anteriormente citados.
Bueno, pues sí hemos tenido un historiador académico que causó furor a finales del siglo pasado y cuyo buen hacer, fruto de toda una vida dedicada a la investigación y la docencia, fue premiado por el público hasta su muerte: Manuel Fernández Álvarez, "Don Manuel" para los que lo conocimos. Y eso que a mí no me gustan sus libros ni el estilo de su prosa, ni el enfoque que hizo a muchos de sus temas, pero creo que merece estar en este panteón de ilustres de la historiografía, aunque sea como rara avis hispana.
Siempre vehemente en sus ideas |
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