En 1985 estaba cursando el segundo año de la carrera cuando falleció Fernand Braudel. Mi profesor de Historia Medieval de entonces, Luis Mª Serrano Piedecasas, nos hizo aquella tarde un panegírico de la enorme figura que nos acababa de dejar, si bien se basó en una glosa a la lectura de un artículo de El País. Yo hasta entonces nunca había oído hablar de Braudel y de su Méditerranée, pero debo reconocer que las palabras de Piedecasas como mínimo despertaron mi curiosidad. No en vano, la asignatura que nos presentaba tenía un aire braudeliano, mucho más fascinante y evocador que el marxismo canónico imperante en ese momento en el Área de Hª Medieval. Ciertamente, la realidad de sus clases era luego mucho más decepcionante,... pero estoy divagando. Poco después adquirí a precio de saldo El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en tiempos de Felipe II, en la edición de Fondo de Cultura Económica, lo devoré y ¿cómo no iba a caer atrapado en sus redes? Luego pasó el tiempo, admiré su tenacidad al elaborar su tesis, leí más de él, admiré siempre su prosa y... también me distancié más de su forma de hacer Historia. Es cierto que todos deberíamos tender a hacer Historia total, pero también que el engarce entre los diversos niveles de la realidad no siempre es fácil ni comprensible, quizás algo que sólo estaba al alcance de él, mientras que sus pretendidos discípulos quedan muy lejos Aun así, resta esa ambición del espíritu, esa pasión por el hombre y el paisaje, y esa bonhomía que parecen desprender sus retratos.
En sus años brasileños, un galán de cine con cierto parecido a Claude Rains. |
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