sábado, 16 de julio de 2016

FERNANDO J. BOUZA ÁLVAREZ (1960-)

Reconozco que cuando leí Del escribano a la biblioteca. La civilización escrita europea en la Alta Edad Moderna (1992) me entusiasmó. Era un libro pequeño, pero muy bien escrito, sugerente y que me hacía ir más allá de lo que yo hasta entonces veía en mis investigaciones sobre el mundo de la lectura y de las bibliotecas modernas, marcadas por la tesina sobre Lorca (1986) de Julio Cerdá Díaz. Luego, una clase de los cursos de verano de la Complutense en El Escorial (donde descubría a Chartier) corroboraron eso de que escribía bien, aunque en una conferencia siempre se agradezca algo más de espontaneidad.
En las fotografías podemos ver la evolución vital del principal exponente español de la historia cultural moderna centrada en lo escrito, desde que era un profesor recién llegado a la titularidad hasta las canas de un catedrático cuya barba le resta algo de ese aire infantil que siempre ha poseído su rostro.








jueves, 7 de julio de 2016

PHILIPPE ARIÈS (1914-1984)

Hace poco, hablando con una profesora universitaria de Francés sobre ciertas investigaciones de Historia, ella me sorprendió con un «Eso es de la vie privée, ¿no?». Ah, la vie privée, la vida privada. ¿Cuánto tiempo hacía que no oía esa expresión? Años. Y cuando yo estudiaba era, en cambio, lo que estaba en boca de todos, la corriente historiográfica de moda. Tanto es así que Philippe Ariès, junto a Georges Duby, editaron a mediados de los 80 una monumental obra en varios tomos sobre la vie privée, que debe de estar en todas las bibliotecas públicas. Además, la vida privada —una rama del frondoso árbol de la Historia de las mentalidades— venía de Francia y eran los historiadores franceses los que entonces primaban. Hoy en día, ya nadie menciona esta expresión. Si acaso, se dice "vida cotidiana", e imagino que dentro de unos años se cambiará de término y utilizaremos historia antropológica, antrostoria o algo similar.
De Ariès, además de esa Historia de la vida privada (1985-87), recuerdo con admiración su El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen (1960), una obra publicada aquí con un cuarto de siglo de retraso. Este dato lo dice todo: cuando nosotros íbamos, los franceses volvían. Y los ingleses a su aire, claro.