Richard Lawrence Kagan, o Richard L. Kagan, es uno de esos hispanistas que en España sólo tienen predicamento a nivel académico. Y esto, a veces, con reservas. Quizás porque su obra es fundamentalmente académica y no ha tocado temas que sean a priori atractivos para el gran público: la educación, las ciudades, los historiadores... Únicamente su estudio sobre Lucrecia, una profetisa con derivaciones políticas en la España de Felipe II podría haber tenido un mayor impacto. Entre algunos historiadores se le ha criticado, en ocasiones, que sus conclusiones se basen en datos erróneos extraídos de oscuras publicaciones decimonónicas o sacados apresuradamente de los archivos sin haberlos contrastado a fondo. Por ejemplo, su Universidad y sociedad en la España moderna (1974) contiene muchos de estos errores, sobre todo cuando se cuentan estudiantes o se rastrean sus orígenes geográficos. Sin embargo, esta obra, que se publicó en español en 1981, supuso un antes y un después en la visión que teníamos de la educación en España en la Edad Moderna. Se abandonó plenamente el enfoque que se centraba en las glorias propias de cada centro académico para observar en su conjunto el panorama, y lo que se vio es que en los territorios que hoy conforman España se había producido una verdadera revolución educativa que llevó los estudios universitarios a amplias capas de la población.
Recuerdo, además, que cuando lo leí me encantó esa fluidez estilística que, por otra parte, está desprovista de cualquier artificio retórico. Y se leía muy bien. Su última obra sobre los cronistas sigue esta senda y sigue siendo un placer aprender (críticamente) y disfrutar de su magisterio.