Acabo de leer SPQR. Una historia de la Antigua Roma (2016) de la historiadora británica Mary Beard, a quien conocía de hace tiempo (y de oídas) por sus libros sobre el triunfo romano (2007) y Pompeya (2008). El azar, o el destino, ha querido que mientras estaba enfrascado en su lectura le fuera concedido el Premio Princesa de Asturias 2016 de Ciencias Sociales, de lo que me congratulo, aunque al principio me resultó un poco chocante. Es cierto que no soy especialista en la Historia de Roma, pero ¿es Mary Beard una investigadora tan importante como para que se le dé ese galardón? No lo sé. Posiblemente haya muchos más que merezcan esa distinción, pero cuando leí el acta del jurado el asunto empezó a despejárseme: «La obra de Mary Beard demuestra un extraordinario talento para convertir un saber especializado en conocimiento accesible y relevante para el gran público». Es decir, no sólo son los talentos como historiadora (que de sobra los tiene, y luego me referiré a ello), sino su faceta televisiva lo que la llevará a Oviedo rodeada de gaitas y panderetas. Porque Mary Beard ha presentado (e imagino que habrá escrito los guiones o parte de ellos) varios documentales de éxito de la BBC y Channel 4 sobre el mundo de los romanos. Creo que a Eduard Punset también debería entregársele este premio, puesto que siempre ha destacado por ser un extraordinario comunicador, en este caso del universo científico. Pero quizás él sólo presentaba en TVE. Y no lo digo irónicamente.
Por tanto, a los príncesas de Asturias, nobeles y demás hay que darles la importancia que tienen. No digo que ninguna, pero...
Y sin embargo, SPQR me ha gustado muchísimo. Un ensayo extraordinariamente bien escrito y que mira a la Historia de Roma —que la tenemos archiconocida— desde nuevos puntos de vista que te hacen pensar. Y vuelvo a lo de antes: los premios los conceden no por hacerte pensar, sino por salir en la tele y tener cierto impacto mediático, como se dice hoy en día.
Un pero al extraordinario talento de Beard y que es signo de los tiempos: la bibliografía comentada que ofrece al final no tiene en cuenta para nada a lo que se ha hecho en otros países y por otros autores no de lengua inglesa. ¿Dónde están los italianos y los alemanes? ¿Y los franceses? En Hispania, como se escribe en mal latín, tampoco aparecemos. Así que, después de haber leído sus reflexiones sobre cómo concebían su propio pasado los romanos y las alusiones al cinismo (yo diría ironía) de Tácito o al sentimiento de superioridad griega frente al predominio romano de Plutarco, no puedo menos de pensar que todos hacemos la Historia que sabemos, que lo anglosajón no necesita de las provincias para interpreta el pasado y que hay muy pocos intentos honestos (Wickham, Chartier...) de hacer que en una Historia total quepan otras culturas, otras interpretaciones.
En 1994 ya empezaba a descollar en el medio televisivo |
¿Qué académico posaría así? |