Recuerdo cuando leí El queso y los gusanos. El cosmos, según un molinero del siglo XVI (Il formaggio e i vermi, 1976). La edición de Muchnik era pequeña y manejable, pero tenía un horrible sistema de notas y los capítulos venían simplemente numerados. Leí diligentemente las notas y escribí con una esmerada caligrafía los títulos de cada capítulo, que aparecían en el índice: quería mejorar todavía más aquella obra extraordinaria. Todavía no había acabado la carrera, pero por entonces uno ya empezaba a decantarse por qué tipo de Historia le gustaría hacer y precisamente aquello era lo que quería hacer. Luego, para bien o para mal, los archivos y la vida te llevan por otros derroteros, leí más obras de Ginzburg (Indagini su Piero, I benandanti...) pero Menocchio siguió siendo una referencia.
Bueno, pues aquí tenemos el rostro de Ginzburg, gesticulando como buen italiano, faltaría más, pero también con esa elegancia informal del Norte.
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Fotografiado por Daniele de Marco |
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Fotografiado por Daniele de Marco |




