viernes, 26 de abril de 2013

ORLANDO FIGES (1959-)

La primera vez que buceé en la Red para hallar el rostro de Orlando Figes me sorprendió inmediatamente su juventud. Ya había leído de él su La revolución rusa: la tragedia de un pueblo (1891-1924) y quedé luego fascinado por El baile de Natacha. Una historia cultural rusa, así que no pude por menos de preguntarme cómo era posible que hubiera tal madurez vital e intelectual en esas páginas. Y si dejamos las actuales obsesiones por el plagio, típicas de una sociedad que considera la cultura un mero bien económico, nos daremos cuenta que Figes no es sólo un magnífico escritor, sino también un gran historiador atento al lado humano del pasado, ése que casi siempre (más en el caso ruso) deriva en tragedia. Es precisamente con la tragedia del estalinismo, con Los que susurran. La represión en la Rusia de Stalin, en donde el humanismo y la humanidad de Figes se perciben con más claridad, en una narración que verdaderamente conmueve hasta lo más hondo.








sábado, 20 de abril de 2013

GEORGES DUBY (1919-1996)


En España conocimos a Georges Duby cuando apareció en la pequeña pantalla (en "La 2", por supuesto) presentando la adaptación televisiva de El tiempo de las catedrales, pero la "popularidad" entre el público culto se dio en realidad a raíz de su codirección de la Historia de la vida privada. José Mª Mínguez, catedrático de Historia Medieval en Salamanca y anclado en las formas y en los contenidos marxistas, meneaba la cabeza y criticaba con suavidad: «Y ahora Duby se dedica a hacer cosas menores...». Bueno, lo cierto es que la práctica de la Historia ha cambiado mucho desde los años 80 y ello se debe en gran medida a las "cosas menores" de Duby. Pero cuando pienso en él sobre todo se me hace presente la importancia que le daba a la palabra escrita, porque para él escribir Historia era hacer Literatura, como le declara a Guy Lardreau en una entrevista que luego se publicó como libro bajo el título de Diálogo sobre la Historia. Elegir la palabra, la frase, el ritmo, y así comunicar mejor los conocimientos era esencial en un autor que fue elegido miembro de la Académie y al que cada vez que leo me sigue produciendo el mismo júbilo que la primera vez al proporcionarme placer estético e intelectual.